viernes, 27 de julio de 2012

Al Noreste de la Meca

"Comienza la carrera, a ver quién ganará". Rescato la perorata de ese feriante que desde que tengo memoria imprime emoción a las carreras de camellos en los sanfermines. Lo evoco por dos razones: la primera porque al igual que los camélidos de hojalata, mi camarada Gabriel y servidor comenzamos una carrera en la que la victoria es, simplemente, llegar a la meta, regresar a casa.

La segunda razón es porque en el lugar desde donde escribo abundan estos animales jorobados vivos y en forma de souvenir. Tecleo desde Doha, la capital del reino de Qatar, un minúsculo rincón en la península arábiga en el que las refinerías de petróleo se empachan de extraer. Hasta el alba de mañana esta será nuestra parada técnica antes del gran salto. Luce la media luna y en la calle hace 40 grados.

El vuelo hasta aquí ha sido agradable y enormemente interesante desde un punto de vista geográfico.

Como si de un enorme mapa de Google Earth se tratase, hemos ido sobrevolando desde el cielo el Mediterráneo de Oeste a Este. Hemos visto convertirse en maquetas a Cerdeña, Italia, y los Balcanes. Hemos atravesado el Bósforo como deben de hacerlo las gaviotas y hemos cambiado de mundo, penetrando en Oriente a través de la frontera de Turquía y Siria, planeando luego sobre Iraq.

Contemplando el atardecer sobre este último país no he podido sino pensar en lo insignificantes que parecen los conflictos humanos a vista de pájaro, donde no llega el ruido de las bombas ni los cristales rotos.

Aterrizábamos, cuando Gabri ha apreciado un curioso detalle en la pantalla de nuestro televisor: la orientación exacta de la Meca con respecto a nuestro avión.
Vagaremos ahora por la que parece una ciudad de demostraciones. Como una de esas señoras ricas que se engalanan hasta el barroquismo, sabiendo que su medida se estima en los kilos de oro que soporta. Y este país no repara en gastos, que se lo digan al Barça.

Por la mañana temprano, última etapa hasta nuestro destino, que no es más que el comienzo. Lejos quedará la Meca, y más lejos la calle Mallorca de Barcelona, donde ultimamos los detalles de la odisea anoche, amparados por nuestro amigo Txetxo. Por delante nos queda un periplo por tierra y, salvo alguna cabalgadura, sobre el hierro de los raíles del Transmongoliano. La idea es Hong Kong-Xian-Pekin-Ulán Bator-Irkutsk-Moscú.

Más de 10.000 kilómetros nos esperan. Saborearemos tres países, cinco culturas y un millón y pico de miradas. El viaje, pues, ha comenzado, mañana volaremos rumbo al sol naciente para darle luego la espalda durante un mes.


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