miércoles, 25 de julio de 2012

Mochilas

Podría escribir una canción para acordarme de qué es lo que debo meter en el macuto cada vez que emprendo un viaje de magnitudes considerables.

Quizás sería más sencillo una lista prefabricada, que limitase mi tiempo de reflexión a una ojeada. Bueno, quizás debería pero nunca lo he hecho. Ha sido por pereza, pero también porque cada viaje es diferente y por tanto diferentes son los enseres necesarios para hacerlo. Sea como sea, hacer la mochila es un coñazo. Siempre pesa más de lo que quisiera y siempre parto con la sensación -más tarde corroborada- de que llevo cosas que no usaré. El maldito "porsiacaso". Enemigo de vértebras y riñones. La excusa para que polizones inútiles sumen sus gramos a unos kilos ya de por sí incómodos de cargar a las espaldas.

En fin, siempre digo lo mismo y al final acabo metiendo lo que no quería. Quizás compense la certeza de que a cambio de portar un sobrepeso al que uno acaba acostumbrándose, la felicidad y paz de espíritu de madres, tías o abuelas se libra de lo equivalente al doble de carga extra que uno se lleva. Por lo menos.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. ¡Canelo! ¿No te das cuenta de que no has metido todo y de que aún tienes que meter más cosas? Por ejemplo, un kilo de naranjas de la China, "porsiacaso" un tifón ha vaciado los frutos de los árboles.

    ResponderEliminar